Hace un montón de tiempo que me apetecía escribir sobre esto, porque, la verdad, me he sentido en tierra de nadie durante mucho tiempo, sin saber dónde situarme dentro del tablero, en parte por sentirme identificada por las herramientas con las que trabajaba en vez de con ese espacio interno desde donde las utilizaba.
Llevo 25 años acompañando a personas en distintos momentos vitales.
Siempre desde el cuerpo, ojo! Porque siempre, SIEMPRE, he sabido que desde ahí podía acompañar mejor, debido a mi historia, características personales, pulsiones y los talentos con los que hasta ahora he podido entrar en contacto.
La salud en general, y la psicoemocional en particular, ha sido el norte de mi brújula, tanto en mi vida personal como en el área profesional, sin embargo no he dejado de encontrarme terapeutas con titulación oficial que, aunque podían comprobar la eficacia de mi trabajo y el lugar y valores desde donde lo aplicaba, me recordaban (y lo siguen haciendo) que yo no soy terapeuta.
Yo no hago terapia.
Me ha llevado muchos años de mi vida sentir que no hay en mí partes malas.
Que no son las herramientas con las que trabajo, sino yo misma y cómo las utilizo lo que hace que mi acompañamiento tenga un valor u otro.
Me he encontrado con profesionales de la salud con todos los títulos que el estado pueda ofrecer, que hacen aguas por todas partes con sus pacientes, e igual con profesionales que trabajan con herramientas no regladas (a ninguno lo catalogaría como “profesional”, de hecho)
Y también me he encontrado con profesionales (aquí sí) que son “maravillosa fantasía” en ambos lados.
Con el tiempo me he dado cuenta de que para hacer un buen trabajo de acompañamiento hace falta lo siguiente:
– CONOCIMIENTO y FORMACIÓN continuos (y esto cuesta tiempo y muuuuucho dinero)
– SUPERVISIÓN del propio trabajo con profesionales preparados para ello (esto, desde mi punto de vista, debería ser obligatorio, mínimo una vez al mes, para todo profesional de la salud, especialmente para cualquiera que toque el área de salud mental)
– REVISIÓN INDIVIDUAL del propio terreno interno (espacio psicológico para uno mismo. Esto como la supervisión; para evitar volcar nuestras mierdas dentro del espacio creado para el paciente/cliente/acompañad@)
– Una dosis extra grande de RESPETO por los tiempos, la historia, la conducta y las decisiones del otro.
– HUMILDAD (kilos y kilos)
– Y la mayor TERNURA y COMPASIÓN (no compadecimiento) posible.
A mi como si me pones a plantar tomates, pero házmelo bien.
Escúchame activa y profundamente.
Mira mi dolor.
Visibilízalo.
Siénteme y piénsame.
Respeta y honra cada dolor y cada síntoma que me ha llevado hasta ti.
Y por favor… NO ME QUITES RECURSOS.
AÑÁDAMELOS, EN TODO CASO.
Y ACOMPÁÑAME EN LA BÚSQUEDA DE LO QUE A MI SISTEMA NERVIOSO LE HACE FALTA PARA VOLVER A SENTIRME SEGURA Y A SALVO.
Sea lo que sea, respeta y honra mis decisiones, que bastante me ha costado y le ha costado a mis acompañados darse cuenta de que podían elegir.
Si es hablar, que así sea.
Si es hacer teatro, que así sea.
Si es bailar, que así sea.
Si es Shibari, hasta también.
Acompáñame a reconocer mi barco y reaprender a orientar y mover mis velas, para que navegar sea una experiencia mejor y la vida no me abrume tanto.
En fin…
El trabajo con el cuerpo enfocado en el área psicoemocional utiliza muchas herramientas no regladas.
El abordaje psicológico (sí reglado), es imprescindible para elaborar y ayudarnos a colocar todo ese material que se moviliza y surge con el trabajo corporal.
La antigua Grecia era mentecentrista.
Y ahora, aunque ya se conoce y reconoce la importancia del abordaje desde el cuerpo para la integración de trauma, seguimos igual.
Querida terapeuta oficial:
Yo también hago terapia.
Desde el cuerpo!
“Desde UNA VOZ, muchas veces NO HABLADA”
Que mi trabajo no se contemple como otra forma valiosa de terapia es otra invisibilización más del cuerpo como templo y hogar de nuestras heridas.
Ahora voy a empezar a formarme durante dos años como facilitadora en Constelaciones Familiares.
Es una herramienta más catalogada como pseudoterapia que, como todas, ha ido evolucionando, desarrollándose y adaptándose al contexto actual.
Es una herramienta profundamente corporal, más sentida que pensada, donde se exploran y se experimentan, de forma proyectiva, los distintos vínculos que han hecho de nosotros lo que somos, pero también con un formato (que puede ser individual o en grupo) que nos permite visibilizar y dar espacio a las muy diferentes partes internas que nos componen.
El problema estará en la herramienta?
NO.
El problema estará en la persona que la utiliza y lo responsable que sea.
Invito desde aquí a empezar a hablar de PSEUDOTERAPEUTAS y no tanto de PSEUDOTERAPIAS.
Porque no hay herramientas de mierda.
Hay personas que enmierdan los procesos y la vida de otros con la expresión de sus propias heridas, su incompetencia, falta de respeto, sensibilidad, humildad y absoluta incomprensión de la profunda complejidad del ser humano.
…
Gracias por leerme. De verdad.
Me he devaluado mil veces porque otros han puesto en el centro del tablero las armas en vez de a las personas, y les he creído.
Ya no.
Me llamo Sabela.
Soy terapeuta,
y amo lo que hago,
pero sobre todo,
amo ser testigo de tu proceso,
y te saco los pompones por tener el valor de decidir hacerte visible en el sentido más amplio de la palabra, mostrarte vulnerable y desear posicionarte ahí donde por fin se honra y respeta tu dignidad, ese lugar en el que eres soberana y señora, rico en calma y seguridad.
Un abraciño, amoriña.
Aquí estoy para lo que necesites.