En 1978 se publicaba en Japón el libro “La revolución de una brizna de paja”, de Masanobu Fukuoka, un manifiesto donde exponía lo que él denominaba “agricultura natural”, basada en la idea (y posterior desarrollo) de que los campos de cultivo no necesitaban ararse, ni herbicidas o pesticidas, y tampoco inundarse, como se hacía desde cientos de años atrás con los campos de arroz de la agricultura tradicional.
Cualquiera que hablase con el señor Fukuoka podía comprobar con sus propios ojos la veracidad de sus palabras. Allí estaban sus campos, tal y como él los describía, generando tanto o más que la mayor plantación del país, pero con una tierra claramente más sana, fértil y plena en nutrientes.
El que visitase sus plantaciones salía de allí, como poco, estupefacto. Nadie podía creer lo que aquel pequeño hombre de barba blanca con las ropas más humildes de campesino había logrado pero, su legado, aún después de su fallecimiento en 2008 es, sin duda alguna, un tesoro; Esparcir las semillas a voleo, trébol blanco para aportar humedad, nutrientes y controlar las malas hierbas, y paja para mantener y contener, para aportar seguridad a las semillas.
Simple.
Su primer intento de aplicar “agricultura natural” fue con el campo de cítricos de su padre: un completo y estrepitoso fracaso. Destrozó aquellos pobres árboles. Pero, a la vez, fue todo un éxito porque se dio cuenta de algo fundamental: no se puede forzar el cambio, la naturaleza tiene sus tiempos, especialmente cuando llevas años con hábitos malsanos.
Aquellos naranjos de la familia Fukuoka tenían instalada en su memoria las rutinas dañinas de la poda, los herbicidas y pesticidas. Necesitaban más tiempo para recuperar su naturaleza esencial. Necesitaban encontrarse de nuevo a sí mismos y eso, querida lectora, significa desandar lo andado, ser compasiva con lo que sientes que eres en cada momento, y consciente de tu tempo, tu ciclicidad y tu capacidad transformadora.
Fukuoka escribió este libro que sigue siendo la base de cualquier profano en agricultura natural pero, además, para cualquiera que contemple la naturaleza y la salud en el sentido más amplio y vinculativo de ambos conceptos.
Como terapeuta psico-corporal, los principios y valores de esta obra bien podrían ser los mismos de cualquiera que se dedique al cuidado de otras personas.
La tierra como metáfora del cuerpo.
El mensaje de Masanobu Fukuoka es simple: “no-hacer”.
Es tan simple que tiene la maravillosa capacidad de contener en sí mismo una inmensa sabiduría y complejidad.
La Naturaleza (la escribo en mayúscula queriendo resaltarla como concepto también espiritual) lo es Todo y, en ese Todo está, entre muchas otras cosas, el poder de equilibrarse y sanarse a sí misma, con sus ciclos cambiantes, de transformación, nutrición y control.
Cuanto más “mete la mano” el ser humano, con la excusa de nuestro “infalible” conocimiento o nuestra “evidencia”, más nos alejamos de la auténtica Alma, de la auténtica esencia de lo que ES Naturaleza. Esto es lo que Fukuoka enseñaba a los alumnos y visitantes de sus plantaciones.
Mi mente recordaba a la vez las palabras de Arnold Mindell, reconocido psicólogo internacional, creador de la terapia psicológica orientada a procesos:
“El proceso es una cuestión relacionada con lo que los chinos denominan Tao. El momento para realizar un cambio en el cuerpo no debe elegirlo el terapeuta, sino que debe basarse en las indicaciones del cuerpo de la persona”.
Los campos de cultivo de Fukuoka son nuestro cuerpo. No somos nosotros, terapeutas, los que debemos decidir sobre la salud de aquellos que nos eligen como acompañantes. No somos nosotros los que debemos decidir cuándo, cómo o qué hacer con sus cuerpos. Esta labor la decide la tierra, su terreno, su cuerpo.
¡Tenemos los terapeutas tanta afición por arreglar!
Tenemos tanta afición por salvar, por la “evidencia”, por lo perfecto, lo supuestamente equilibrado y “lo que debería ser”, que perdemos infinidad de veces el sentido de lo que es auténticamente equilibrado y sano para el prójimo.
Nosotros, terapeutas, debemos escuchar, contemplar, estar presentes, respetar el movimiento único y genuino de la Naturaleza en nuestro acompañante y no juzgar, desde la máxima humildad posible que nos permita dejar a un lado lo que sabemos, y pueda acercarnos, con la inocencia del sabio, a lo que Es. Y desde ahí, servir. Esa es nuestra esencial misión: servir incondicionalmente.
He aquí, el “no-hacer”.
Mis oraciones se dirigen todos los días a ello, a encontrar la luz que me ayude a distinguir el momento en el que Sirvo del que no lo hago, y que disponga de la fuerza suficiente para caminar por este camino, ese en el que tú y yo nos encontramos, nos acompañamos, nos nutrimos, crecemos y nos regulamos.
Agricultura natural, terapia natural.
Salud física, emocional, mental y espiritual, con un poco de trébol y una humilde brizna de paja.
Con Infinito Amor,
Sabela.
P.D.: te dejo algunas frases del libro del señor Fukuoka y, si te parece bien, puedes reflexionar sobre ellas aplicando el juego de la metáfora. Él habla de campos de cultivo, pero yo te invito a que imagines que habla de tu cuerpo, o del de cualquiera.
- “La diferencia fundamental es que el señor Fukuoka practica la agricultura cooperando con la naturaleza en lugar de tratar de «mejorarla» mediante su conquista”
- “Un objeto visto aisladamente de la totalidad no es una cosa real” (refiriéndose a la naturaleza)
- “Así que la utilización de productos químicos no es únicamente una cuestión que deban resolver los entomólogos. Filósofos, religiosos, artistas y poetas deben también ayudar a decidir si es permisible o no el uso de productos químicos en la agricultura y cuáles pueden ser las consecuencias incluso de la utilización de abonos orgánicos”.
- “Haciendo la transición a este tipo de agricultura puede ser necesario algo de desherbaje al comienzo así como compostaje o poda, pero estas medidas deben ser reducidas gradualmente cada año. Realmente, no es la técnica de cultivo el factor más importante, sino la posición mental que adopte el agricultor.”
- “La naturaleza está en cualquier lugar en perpetuo movimiento: las condiciones no son nunca exactamente las mismas de un año a otro”.
- “ Partir la experiencia por la mitad y denominar una mitad física y la otra espiritual es limitante y confuso”.
