Completar
16/06/2024

COMPLETAR EL CICLO
o cerrar de una vez lo que lleva tanto tiempo abierto…

De esto me apetece hablar hoy.

En las sesiones de Yoga Sensible a Trauma, a veces se hacen “contadas”, es decir, la opción de sostener una forma corporal durante un fragmento de tiempo determinado, contando los segundos hacia atrás hasta llegar a cero.

Es una forma de mostrarle al cuerpo que la incomodidad, o incluso las experiencias dolorosas, tienen un comienzo y un final.
No son eternas, y esta forma de trabajar nos puede ayudar a ir integrando el concepto de presencia: Antes dolía, ahora no.

Sin embargo, algo que me encanta de las “contadas”, es que se completa una acción: algo se abre y luego se cierra, no queda suspendido en el aire. No nos llevamos puesta la insatisfacción por no poder acabar la tarea, por así decirlo.

Mi marido se queja a veces de esto con respecto a su trabajo.
Dice que como CEO de una empresa comercial solo mueve el producto de un lado al otro, y vuelta a empezar. Él siente que es una labor importante la que hace, pero de alguna manera insatisfactoria, porque no hay un inicio y, por lo tanto, tampoco un final en lo que hace.

No ve su trabajo acabado, como eslabón de una cadena casi infinita.

En el abordaje psicocorporal, que es a lo que yo me dedico, eso es importante. Diría que es el “resultado esperado”: que lo que no se pudo completar, por fin pueda hacerlo.

Peter A. Levine, dr. en física, medicina, biología y psicología, y uno de los grandes estudiosos del trauma, abordaba este tema en el 2010 en su libro “En una voz no hablada. Cómo el cuerpo se libera del trauma y restaura su bienestar“.

Dice así: “(…) el trauma surge cuando las respuestas humanas de inmovilidad no se resuelven (cuando no se completan); es decir, cuando uno no puede hacer la transición de regresar a la vida normal y la reacción de inmovilidad se asocia de manera permanente al miedo y a otras emociones intensas como el terror, la repugnancia e impotencia”

En la página 33 de su libro, relatando su propia experiencia traumática, nos dice: “Escuchando la “voz no hablada” de mi cuerpo y permitiéndole hacer lo que ella necesitaba, sin frenar el temblor, “detectando” mis sensaciones internas y, al mismo tiempo, permitiendo que se completaran las respuestas defensivas y de orientación, y sintiendo las “emociones de supervivencia” de ira y de terror sin resultar abrumado, superé la situación y salí afortunadamente indemne, tanto en lo físico como en lo emocional”.

“Si esa movilización -continúa- (ya sea lucha o huida u otra respuesta de protección, como ponerse tieso, retorcerse, echarse hacia atrás o agazaparse) no se lleva a cabo, esa energía potencial se “almacena” o “archiva” como un procedimiento no finalizado dentro de la memoria implícita del sistema sensomotor”.

En 1991, el Dr. John E. Upledger, médico cirujano y osteópata, daba a luz su obra “Tu médico interno y tú. Terapia sacrocraneal y liberación somatoemocional“, donde cuenta su historia con respecto a esta forma corporal de terapia y sus experiencias con ella desde los años 70.

Fíjate en lo que relataba: “¿Cómo hacemos para encontrar la postura correcta para aliviar el dolor corporal? Yo sinceramente no lo sé. Puedo describir lo que creo que hacemos, pero todavía estamos abiertos a otras ideas. Según lo veo, esos tejidos corporales retienen un recuerdo de la posición en la que estaba el cuerpo cuando éste fue dañado. Cuando yo coloco mis manos sobre el cuerpo del paciente intento asegurar calladamente a estos tejidos que vamos a hacer lo que ellos desean que hagamos”

La posición correcta es, según Upledger, esa en la que estaba el cuerpo cuando sucedió la experiencia traumática. A partir de esta postura, se reinicia y “recablea” el sistema nervioso para poder acabar el movimiento que en aquel entonces no se pudo hacer.

No se pudo huir. Ni luchar.
No pudimos salir ilesos.
Nos vimos sometidos y congelados ante una experiencia inevitable y profundamente abrumadora.

Partes de nuestra psique crearon una fragmentación interna para poder sobrevivir. Para poder tirar para adelante y tener un mínimo de funcionalidad.

En 2007, Anne Anceline Schützenberger, psicóloga de corte jungiana y creadora del modelo de Psicogenealogía, expone en su libro “Psicogenealogía. Sanar las heridas familiares y encontrarse a uno mismo“, cómo en 1928 la por aquel entonces estudiante rusa Bluma Zeigarnik, puso sobre la mesa el tema de las “tareas completadas, interrumpidas e inacabadas“.

En palabras de Schützenberger: “Demostró que las tareas inacabadas o interrumpidas se recuerdan mejor que las tareas completadas, ya que permanecen en la mente y en la memoria, a menudo durante mucho tiempo; “rumiamos” sobre la tarea inacabada y lo que podríamos haber hecho o dicho de forma diferente en el momento de los hechos. (…) Mis colegas y yo utilizamos los hallazgos del efecto Zeigarnik para trabajar con personas con cáncer y otras enfermedades, o atrapadas en situaciones vitales “congeladas” o “paralizadas”, cuando su vida se detiene y se estanca en un duelo interminable (Freud) después de una pérdida o un trauma (Lewin). (…) El objetivo de este trabajo es ayudar a esas personas a sanar las heridas abiertas y los traumas del pasado que causan una “rumia” constante: pensamientos sobre lo que no se ha dicho, lo que no se ha gritado, ni llorado, ni incluso sentido, y por ello tampoco se ha “elaborado”.

Y continúa: “Estas penas, preocupaciones, dolores y dramas, así como la sed de venganza o la demanda de una disculpa o una reparación por daños pueden impedir que las víctimas traumatizadas encuentren la paz, incapaces como están de relajarse y centrarse en su curación. En lugar de ello, permanecen literalmente bloqueadas, como “atrapadas” en el pasado, “cavilando” en el dolor, en lugar de ser capaces de “soltar” y vivir sus vidas”.

Ayudar a nuestro sistema nervioso a concluir la tarea que le queda pendiente es, en realidad, uno de los pasos previos para que el trauma pueda ser integrado, permitiendo también que la mente se haga consciente de que “por aquel entonces, no es AHORA”

Tenemos en nuestro tejido corporal una cantidad ingente de energía atrapada que no “sabe” ni cómo, ni por dónde salir, y nos llama la atención con insistencia para que la atendamos con incontables síntomas físicos, psíquicos, conductuales y relacionales.

Las personas que nos dedicamos a abordar trauma directamente desde el cuerpo tratamos de llevar todo ese material a la luz escuchando atentamente “esa voz no hablada”, el lenguaje no verbal, y facilitamos a las partes internas heridas que llevan a cuestas tanta energía sin metabolizar, vías de acceso corporal por donde poder descargarse y llegar a donde tiene que llegar. Como el agua de un río, que por fin puede alcanzar el mar.

Como dice Van Der Kolk, “el cuerpo lleva la cuenta”.

Y está deseando sacar la ropa de la lavadora, de ese mismo programa que parece que nunca se acaba.

Si sientes que “esto nunca termina”, aunque no sepas definir qué es, ya que puede ser una sensación sin contexto y que brota del inconsciente, no estás sol@.

Tienes elección.

Puedes pedir ayuda y ser acompañad@ por una persona sensata, sensible a trauma y preparada para ello.

Puedes completar lo inacabado, cerrar por fin tus heridas abiertas, y por fin descansar.

Te abrazo fuerte con infinito Amor,

Sabela.